Mi dilema a los ochenta años se resume en este titular. Fui al colegio bilingüe de mi barrio, aquí en Inglaterra, y hablé con el director. Me ofrecí para colaborar en la enseñanza de mi idioma. Evidentemente se alegró y, después de algunos trámites, fui asignada a la profesora jefe dos veces por semana para, lo que ellos llaman, leerles a los niños.
Los libros estaban y los alumnos sobraban. Lo que no estaba eran los conocimientos, la seguridad y el interés por aprender la lengua. Fui motivándolos de a poco, con mucha mímica e historias bien fáciles. Sólo yo sentía cuan incomodas son esas sillas bajas, igual a las de ellos, entorno a una mesa ubicada fuera de la clase y muy cerca de la estantería con los libros. La profesora me enviaba cinco niños y después de unos diez minutos aparecían otros cinco y había que cambiar. El primer día pasaron por mi rincón 53 niños. Llegué a casa agotada y segura que ninguno había aprendido nada.
En la segunda sesión la profesora me dijo que los niños lo habían pasado muy bien con la señorita Julia, pero yo aún no conocía a Oscar y su amigo. No me saludó, fue de inmediato a la estantería a revolver los libros y a reírse a carcajadas de lo que le mostraba a su amigo. Traté varias veces de poder escuchar a los otros, pero era imposible. Además, motivaron a un tercero a que se escondiera debajo la mesa y a los libros los convirtieron en misiles. La guerra que allí ocurría la escuchó la profesora en la sala de clase y salió a corregir la situación con un discurso duro sobre la misión voluntaria de la señorita Julia y de lo agradecidos que ellos deberían estar.
Mi dilema se transformó en decidir qué era lo correcto: eliminar a Oscar de estas sesiones, traerlo con un amigo a cinco minutos de español o enfrentarlo a una revisión de algunas palabras cara a cara con la señorita Julia. Sin duda, el problema es que Oscar está más atrasado que el resto y escucharme leer no tiene sentido si no entiende nada.
Conclusión, todos los días los mayores nos vemos enfrentados a probar distintas alternativas para solucionar un problema. La verdad es que no quiero ni saco nada con abandonar a Oscar. Mi camino tiene varias opciones y no me queda más que probarlas con fe en que alguna dará resultado.