Me pillo cazando errores y gazapos en el diario. También lo hago cuando escucho radio o veo TV. Es inevitable cuando uno ha pasado toda la vida escribiendo, corrigiendo y leyendo textos periodísticos, pero me deja un sabor ingrato. Hay muchos periodistas que los conocí cuando estudiaban en la universidad y fueron mis alumnos.
Fueron buenos alumnos. Traté de enseñarles a partir de mi propia experiencia, inculcarles que para mí el periodismo ha sido una pasión permanente y que, más allá de las satisfacciones personales, es sobre todo un servicio. La democracia les he dicho y repito cuando puedo, necesita del periodismo libre e independiente, sin excepciones.
Pero también necesita un periodismo bien hecho, bien investigado y bien escrito. Por eso la Academia Chilena de la Lengua, de la cual soy miembro de número, entrega cada año un premio al periodista que se distinga por el buen uso del idioma. Y también hay instancias éticas que se preocupan de vigilar la responsabilidad profesional de los comunicadores.
Pero no hay instancias que se ocupen de las repeticiones, los lugares comunes y las faltas (ortográficas en la prensa y de exactitud en la radio y la TV). El único juez es el público: lector, auditor, televidente. Debería ser un juez exigente, al que le molesten las frases mal construidas, los nombres equivocados, cierta cursilería en el uso de extranjerismos innecesarios y, peor aún, de las palabras y nombres mal pronunciados en otros idiomas. Por ejemplo: Lyon, Lión, ciudad francesa, no es lo mismo que Lyon, Layon, apellido de origen inglés. El segundo se originó en Francia, pero llegó hace más de un milenio a Gran Bretaña, llevado por los normandos. Qué decir de Munich: es Múnich en español y en alemán se pronuncia Minjen. Köln en alemán es Colonia, Mainz, Maguncia, etc. ).
No es un ejercicio fácil detectar estas particularidades, pero profesionalmente es necesario antes de escribir o leer estos nombres.
Y hay más.
Aunque no siempre se explicaron los términos, creo que la cobertura de los Juegos Panamericanos fue un buen ejemplo de cómo se puede hacer buen periodismo en áreas que, más allá del fútbol, son poco conocidas. El remanso de estas semanas, aparte de sacarnos de la vorágine política y policial, fue una bendición sin duda.
Y queda, por supuesto, en el abundante legado de ls juegos, una figura que nos ha unido como nunca: el Fiu, el pájaro Siete Colores.
Ojalá todo el año tuviéramos, todos los años, tuviéramos eventos parecidos. A mi, por lo menos, me gustaría dejar de lado mi obsesión por los errores de los periódicos y apreciar mejor los muchos valores que tenemos, en especial en primavera.
Abraham Santibáñez
Premio Nacional de Periodismo
100 Líderes Mayores 2022