Relaciones intergeneracionales; una oportunidad para las “mentorías cruzadas”

El envejecimiento paulatino de la población a nivel mundial es una realidad que se
evidencia día a día. Según la CEPAL (2020), para el año 2050 se proyecta que en la mayoría de los países latinoamericanos la población de personas mayores superará el 30%. Las cifras para Chile son similares y se visualizan en la cuarta encuesta Nacional de Inclusión y Exclusión elaborada por SENAMA (2015), en la que se señala además que para el año 2025, se espera que la población de mayores 60 supere a la de los niños, llegando a 116,3 personas mayores por cada 100 personas entre 0 y 14 años para ese año.

Por otro lado, la expectativa de vida se ha incrementado en más de 3 veces desde 1.900, siendo hoy de 82,1 años para las mujeres y de 77,3 años para los hombres.

Bajo este escenario, en escenarios tan diversos como la familia, el trabajo, la comunidad o la educación, se puede observar la convivencia de 3 ó 4 generaciones (20, 30, 40, 50 incluso 60 y más años) compartiendo conversaciones, vivencias y actividades de todo tipo, de manera frecuente y continua.

Esto nos lleva a pensar en cómo desarrollar y potenciar estas relaciones intergeneracionales, de manera que sean sanas, gratificantes y fructíferas para todas las edades. Entendiendo que se trata de una realidad creciente, ineludible y maravillosa, enfrentamos el desafío y la oportunidad para que estas relaciones se encuentren en aquello que las une, que las complementa y enriquezca, más que en aquello que las separa.

Desarrollar estas relaciones en forma exitosa, requiere del esfuerzo de ambas partes para ponerse genuinamente en los zapatos del otro, con una escucha activa, respeto por la otra visión, humildad para aceptar una postura diferente, entusiasmo ante la posibilidad de aprender del otro, comprender sin juzgar, sin discriminar, dejando de lado mezquindades, prejuicios y soberbias.

Las relaciones intergeneracionales abren amplias posibilidades, entre las cuales
destacamos las mentorías cruzadas, que procuran establecer una relación horizontal de colaboración. Sumar conocimientos y habilidades, conciliar posiciones, disposición para que ambas partes se enseñen y compartan su experiencia y conocimientos, asimilando con entusiasmo aprendizajes que inequívocamente terminan en resultados sumatorios.

Esto implica entender y valorar visiones y posturas distintas. Por ejemplo, los jóvenes de la generación Y ó Z, nativos digitales, se desenvuelven intuitivamente con las más diversas herramientas y a la velocidad de la luz. Su mundo es más plano, sin jerarquías, todo accesible a un click de distancia, todo rápido, todo instantáneo, todo hoy!

¿Están mal por tener esa visión del mundo? No, es lo que ellos conocen, su cultura y
educación.

O por otro lado, estamos los 60+, ya más lentos, pero más sabios (o, a lo menos, con más experiencia), acostumbrados a tomarnos más tiempo para reflexionar, hacer un “borrador” antes de la versión final, evaluar, investigar, profundizar, planificar.

Y está bien, cada uno de acuerdo a su época y educación.

¡Como no va a ser inspirador ver a un joven enseñar a sus abuelos, tíos, padres o vecino, a usar un computador o celular, con paciencia, porque sabe que fueron formados de otra manera! Y, lo mejor de todo, dando espacio para compartir y disfrutar de su compañía durante el proceso. O personas mayores que traspasan con afecto conocimiento y experiencia a jóvenes, pero no a través de recetas o tutoriales de YouTube, sino por haberlas vivido y haber desarrollado con el tiempo esa tan necesaria templanza. Y ambos, con humildad, dejándose llevar para un enriquecimiento mutuo en ese camino de intercambio de conocimientos.

Ello sin duda implica cambiar paradigmas y romper barreras culturales enraizadas en la idea de que los jóvenes no tienen nada más que aprender de una personas de 60+ y que los adultos mayores ya no son capaces de aprender cosas nuevas.

Nada más lejano. Si lo ponemos en el plano laboral, podemos evidenciar experiencias de intercambio de conocimientos intergeneracional, donde se apoyan mutuamente en las habilidades que el otro carece. Algunas empresas ya han implementado este tipo de iniciativas y los resultados han sido exitosos. Por ejemplo, se puede reunir quien cuente con 50, 60 o más años, y sea excelente en la formación de equipos y comunicación, aunque no sea tan bueno en las tecnologías emergentes, con alguien que tenga menos de 30 años y sea excelente en tecnología, pero que carece de habilidades de comunicación o gestión de proyectos. Excelente dupla si ambos están dispuestos a ver el valor de otro.

La invitación es a las familias, las empresas, los gobiernos, la sociedad, a atrevernos a iniciar este camino, agradeciendo y sorprendiéndonos con todo lo que nos ofrece, co-creando y sumando experiencias entre generaciones, porque además de todos losbeneficios que conlleva, es una realidad que avanza sin vuelta atrás!

Jacqueline Seemann M.
Directora Travesía100

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