“Lecciones de química” se titula el libro de Bonnie Garmus que acabo
de leer. Excelente. Cada personaje es una pequeña obra de arte. El que
más me gustó fue el perro que los protagonistas hallaron en la calle y
le pusieron por nombre “Seis y media” que fue la hora en que lo
encontraron.
Hoy me di cuenta de que había estado activa seis horas y media y lo
había pasado muy bien. Dejé de lado todas esas ideas de que uno debe
dormir ocho horas, tomar desayuno lo primero de todo y darse una
ducha, aunque el agua sea un recurso escaso en el mundo.
Me desperté a las cuatro y media de la mañana y ya empezaba a
aclarar porque vivo en el sur de Inglaterra: en invierno oscurece a las
tres y en verano las noches son cortas. Aquí he aprendido a vivir al
ritmo de la naturaleza, si está amaneciendo es hora de hacer una taza
de té y responder a mis mensajes. Luego debo estudiar la situación,
salir al balcón, para evaluar el viento y observar la marea. Si la
respuesta es positiva, es el momento de ir a nadar. Decisión compleja
porque sé que el mar está a solo dieciséis grados, pero la ausencia de
viento lo transforma en una taza de leche que en inglés se dice
millpond/estanque de molino, curioso, pero tiene una explicación.
A las siete en punto ya he visto todas las noticias y sigo sin ganas de
tomar desayuno. Le escribo a mi hija dándole el pronóstico del tiempo
y diciéndole que pronto iré a nadar. Parece interesada pero no
decidida. No insisto.
Me metí al agua a las 7:40am y ahí estaba cuando vi una figura
borrosa caminando hacia el mar. Como soy miope no me atreví a
hacer señas, pero ella movió sus brazos cual aspa de molino. El
corazón me dio un salto y comencé a saltar como si caminara sobre
arena caliente. Estuvimos hablando y nadando durante media hora.
No éramos las únicas, pero sin duda, éramos las más felices.
Entonces, decidimos ir a un café cercano para un cooked
breakfast/desayuno cocinado o completo con tocino, salchichas,
frijoles, huevos, tostadas y fritos de papa. Avergonzadas de tanta
fritura compensamos con un buen café con leche.
La entretención no terminó ahí. Cruzamos a la tienda favorita frente a
la cafetería y tuvimos una larga conversación con el propietario, quien
insistió en que él conocía a todos. Tuvimos que buscar una foto del
yerno en el teléfono móvil para comprobar que estábamos hablando
de la misma persona.
Nos despedimos y cada una se fue a su casa. Ella comenzaba su
trabajo por zoom a las diez y yo iba directamente a mi cama para
recuperarme de seis horas y media de intensa y gloriosa actividad.
Julia Eugenia Martínez
Periodista UC
Master en Drama y Teatro
Universidad de Leeds, UK
100 Líder Mayor 2021