Son muchos los años que llevo viviendo en este mundo. Estoy muy cerca de cumplir 80. He estado en tantos lugares, conocidos a miles de personas y trabajado en distintos oficios. Todo eso tiene algo en común: creer que todo es posible.
Mientras algunos lo llaman suerte, otros piensan que soy una persona “que nació parada”, queriendo decir con ello que soy más afortunada que el resto. Y más de alguien, con algo de envidia, ha dicho “es que tú tienes padre y madre. Es que tú tienes dinero. Es que tú tienes buena educación”. Nada de eso es totalmente así. Tuve la suerte de tener padres que me quisieron y eso fue maravilloso. Y, también, agradezco que fueran muy estrictos respecto del dinero. La educación fue relativamente buena, pero no excepcional. En un curso de 20 alumnas, jamás fui la primera. Andaba entre las últimas cinco. Saqué un bachillerato de 23 puntos, nada para celebrar, pero me sobraba interés por la vida, por conocer más y creo que comenzaba a pensar que todo era posible.
Hoy, quiero contar tres situaciones en que todo fue posible, a pesar de mis limitaciones, ya que soy disléxica y escogí escribir para ganarme la vida en el periodismo. Son tres casos en que “la ayuda me llegó de arriba”, como me gusta decir.
Nos vinimos a la ciudad de Leeds, en el norte de Inglaterra, con dos hijas pequeñas y muy poco dinero. Fue, sin duda, una aventura difícil, pero solo me di cuenta cuando ya estaba en ella. Había que salir adelante. Vi en el diario que buscaban profesores para enseñar español. Era algo que nunca había hecho, pero por qué no intentarlo. De inmediato, quedé seleccionada porque el único requisito era que fuera mi idioma materno, el método lo ponían ellos.
Después de un año, me sentí profesora de español y decidí dar un paso más ofreciendo mis servicios en la universidad. Entré un día cualquiera al Departamento de Español sin pedir una cita con el profesor jefe ni saber su nombre. Era justo el día en que lo había llamado, de España, la profesora que debía llegar en 15 días. Allí estaba ese académico sin auxiliar de español, rol fundamental para que los alumnos practiquen el idioma lo más posible. Me ofreció trabajo y estuve con ellos durante tres años.
Según las reglas de la universidad, los profesores auxiliares nativos sólo pueden enseñar durante tres años seguidos. Cuando faltaba un mes para que “me guillotinaran”, fui a la biblioteca a mirar el Times Educational Magazine donde se publican las vacantes. Había algo perfecto para mí, pero tenía que postular esa misma noche para ser profesora del Departamento de Drama y Televisión en un College of Higher Education, en la ciudad de York. Volví a pensar: “todo es posible”. Fuimos tres los llamados a la entrevista que duró todo un día. A las cinco de la tarde y, mientras nos tomábamos una taza de té con scons, me llamaron para ofrecerme el puesto. Significaba cambiarse de ciudad, pero no dudé en decir que sí.
Hoy, enfrento un nuevo desafío en el área de la educación. Me sugirieron que escribiera al director del colegio primario bilingüe de Hove, el área donde vivo desde hace dos años en el sur de Inglaterra. Y, también, me mandaron la página web del establecimiento que decía, claramente, que no tenían vacantes, pero querían que la escuela aumentara sus horas de español para que el 2025 dijeran, con propiedad, que era un colegio bilingüe. Me pareció que mis experiencias en distintas formas de enseñar la lengua española podrían ser valiosas y preparé una carta al director. Dos días más tarde recibí una invitación para visitar el colegio. Me quedé pensado: “todo es posible” y me gustaría saber quién de arriba me ayudará en esta ocasión.
Julia Eugenia Martínez
Periodista UC
Master en Drama y Teatro
Universidad de Leeds, UK
100 Líder Mayor 2021